Favorecer una representación de la violencia que ayude a combatirla
Los estudios psicológicos realizados sobre este tema demuestran que la representación que una persona o un pueblo tiene de la violencia y de sus posibles víctimas, desempeña un decisivo papel en el riesgo de ejercerla. El individuo o el grupo violento suele creer que su violencia está justificada o es inevitable, y cuando la utiliza se conceptualiza a sí mismo como un héroe y a la víctima como un ser despreciable e infrahumano, inhibiendo la empatía. Así es más fácil emplear la violencia.
La historia de la humanidad refleja que la intolerancia y la violencia suelen producirse de forma paralela, como dos caras de una misma moneda, cada uno de estos dos problemas contribuye a que el otro aumente. La intolerancia está en el origen de la violencia. Y la violencia genera intolerancia.
Hasta ahora los sistemas de socialización han tratado de estimular la identificación de los ciudadanos con su nación, por oposición o exclusión de otras naciones, de forma poco compatible con la tolerancia.Para luchar contra la violencia, la psicología debe ayudar a vivir en una aldea mundial, heterogénea y multicultural, favoreciendo que la identificación con la propia cultura sea compatible con la identificación con toda la humanidad, y ayudando a que ésta se produzca.
La psicología puede desempeñar además, un papel básico ayudando a entender que la violencia no es inevitable, explicando cómo se aprende a ser violento y como puede construirse la paz.
Los estudios psicológicos realizados sobre este tema demuestran que la representación que una persona o un pueblo tiene de la violencia y de sus posibles víctimas, desempeña un decisivo papel en el riesgo de ejercerla. El individuo o el grupo violento suele creer que su violencia está justificada o es inevitable, y cuando la utiliza se conceptualiza a sí mismo como un héroe y a la víctima como un ser despreciable e infrahumano, inhibiendo la empatía. Así es más fácil emplear la violencia.
La historia de la humanidad refleja que la intolerancia y la violencia suelen producirse de forma paralela, como dos caras de una misma moneda, cada uno de estos dos problemas contribuye a que el otro aumente. La intolerancia está en el origen de la violencia. Y la violencia genera intolerancia.
Hasta ahora los sistemas de socialización han tratado de estimular la identificación de los ciudadanos con su nación, por oposición o exclusión de otras naciones, de forma poco compatible con la tolerancia.Para luchar contra la violencia, la psicología debe ayudar a vivir en una aldea mundial, heterogénea y multicultural, favoreciendo que la identificación con la propia cultura sea compatible con la identificación con toda la humanidad, y ayudando a que ésta se produzca.
La psicología puede desempeñar además, un papel básico ayudando a entender que la violencia no es inevitable, explicando cómo se aprende a ser violento y como puede construirse la paz.
CREAR NUEVOS SISTEMAS DE PROTECCION DE LA INFANCIA Y FAVORECER LA TOLERANCIA A LA INCERTIDUMBRE
La actual Revolución Tecnológica provoca cambios de tal magnitud en todas las esferas de nuestra vida (familia, trabajo, ocio...), que simbólicamente resulta acertada su coincidencia con el cambio de milenio; con la representación del fin de una época y el comienzo de otra. Los intentos de predecir cómo va a ser el siglo XXI destacan sus fuertes contradicciones y paradojas, entre:
Estos cambios modifican las condiciones en las que se produce el desarrollo de los niños y los jóvenes, incrementando el riesgo de violencia y, por tanto la necesidad de trabajar activamente en su prevención.
Los cambios actuales, originados por la Revolución Tecnológica, reducen la eficacia de dichas barreras, exponiendo a los niños con demasiada frecuencia a todo tipo de violencia, y siendo a veces, incluso, utilizados en su representación.
PREVENIR LA VIOLENCIA REACTIVA Y LA VIOLENCIA INSTRUMENTAL
Para prevenir la violencia conviene diferenciar entre las situaciones en las que se produce de forma reactiva y aquellas en las que se utiliza como un medio.
La violencia reactiva es como una explosión, que surge cuando se experimenta un nivel de tensión o de dificultad que supera la capacidad de la persona (o del grupo) para afrontarlo de otra manera. Origina más violencia al aumentar a medio plazo la crispación que la provocó; y cuando se refuerza por permitir obtener a corto plazo determinados objetivos, pudiéndose convertir así en violencia instrumental, sobre todo si se justifica y si se carece de alternativas para lograrlos de otra forma.
De lo anteriormente expuesto se deducen dos importantes principios de prevención de la violencia reactiva:
Las personas que utilizan la violencia instrumental, para alcanzar sus objetivos, suelen justificarla, dándole apariencia de legitimidad. Este tipo de violencia tiende a perpetuarse al impedir desarrollar otros procedimientos más complejos para conseguir lo que se pretende y al producir un alto nivel de crispación, provocando una serie de reacciones de violencia que contribuyen a legitimarla. Para prevenirla conviene:
De acuerdo a lo anteriormente expuesto, para prevenir la violencia reactiva y la violencia expresiva en un determinado contexto, como por ejemplo la escuela, conviene:
La psicología debe ayudar a desarrollar procedimientos de disciplina más eficaces que los actuales para combatir y detener la violencia que a veces se produce en la escuela: ayudando a que el violento se ponga en el lugar de la víctima, entienda lo destructiva que es la violencia, se arrepienta de haberla utilizado e intente reparar el daño originado.
La actual Revolución Tecnológica provoca cambios de tal magnitud en todas las esferas de nuestra vida (familia, trabajo, ocio...), que simbólicamente resulta acertada su coincidencia con el cambio de milenio; con la representación del fin de una época y el comienzo de otra. Los intentos de predecir cómo va a ser el siglo XXI destacan sus fuertes contradicciones y paradojas, entre:
- La dificultad para comprender lo que sucede frente a la gran cantidad de información disponible.
- La ausencia de certezas absolutas frente al resurgimiento de formas de intolerancia que se creían superadas.
- La necesidad de relacionarnos en un contexto cada vez más heterogéneo frente a la presión homogeneizadora y la incertidumbre sobre nuestra propia identidad.
- La eliminación de las barreras espaciales en la comunicación frente a un riesgo cada vez más grave de aislamiento y exclusión social.
Estos cambios modifican las condiciones en las que se produce el desarrollo de los niños y los jóvenes, incrementando el riesgo de violencia y, por tanto la necesidad de trabajar activamente en su prevención.
Los cambios actuales, originados por la Revolución Tecnológica, reducen la eficacia de dichas barreras, exponiendo a los niños con demasiada frecuencia a todo tipo de violencia, y siendo a veces, incluso, utilizados en su representación.
PREVENIR LA VIOLENCIA REACTIVA Y LA VIOLENCIA INSTRUMENTAL
Para prevenir la violencia conviene diferenciar entre las situaciones en las que se produce de forma reactiva y aquellas en las que se utiliza como un medio.
La violencia reactiva es como una explosión, que surge cuando se experimenta un nivel de tensión o de dificultad que supera la capacidad de la persona (o del grupo) para afrontarlo de otra manera. Origina más violencia al aumentar a medio plazo la crispación que la provocó; y cuando se refuerza por permitir obtener a corto plazo determinados objetivos, pudiéndose convertir así en violencia instrumental, sobre todo si se justifica y si se carece de alternativas para lograrlos de otra forma.
De lo anteriormente expuesto se deducen dos importantes principios de prevención de la violencia reactiva:
- Desarrollar alternativas en el sistema (estableciendo cauces) y en los individuos (desarrollando habilidades) para expresar la tensión y la dificultad de forma constructiva, sin recurrir a la violencia
- Reducir los altos niveles de tensión y dificultad que viven determinados colectivos.
Las personas que utilizan la violencia instrumental, para alcanzar sus objetivos, suelen justificarla, dándole apariencia de legitimidad. Este tipo de violencia tiende a perpetuarse al impedir desarrollar otros procedimientos más complejos para conseguir lo que se pretende y al producir un alto nivel de crispación, provocando una serie de reacciones de violencia que contribuyen a legitimarla. Para prevenirla conviene:
- Enseñar a condenarla, que nunca está justificada la utilización de la violencia
- Desarrollar alternativas (en los sistemas y en los individuos) para resolver los conflictos sin recurrir a la violencia.
De acuerdo a lo anteriormente expuesto, para prevenir la violencia reactiva y la violencia expresiva en un determinado contexto, como por ejemplo la escuela, conviene:
- Disminuir la dificultad y la tensión, mejorando la calidad de la vida de todas las personas que en ella interactúan.
- Establecer cauces y procedimientos alternativos en el sistema escolar, a través de los cuales de forma normalizada puedan expresarse las tensiones y las discrepancias y resolverse los conflictos sin recurrir a la violencia (a través de la comunicación, la negociación, la mediación...).
- Desarrollar alternativas en todos los individuos (alumnos, profesores, equipo de dirección...), habilidades para afrontar y expresar la tensión y resolver los conflictos sin recurrir a la violencia.
- Enseñar a condenar la violencia. Para lo cual los adultos deben renunciar a utilizarla entre ellos o con aquellos a los que se supone deben educar. Lo cual es, por otra parte, incompatible con la permisividad, con la tendencia a mirar para otro lado cuando surge la violencia en la propia escuela.
La psicología debe ayudar a desarrollar procedimientos de disciplina más eficaces que los actuales para combatir y detener la violencia que a veces se produce en la escuela: ayudando a que el violento se ponga en el lugar de la víctima, entienda lo destructiva que es la violencia, se arrepienta de haberla utilizado e intente reparar el daño originado.
ROMPER CON LA TRANSMISIÓN INTERGENERACIONAL DE LA VIOLENCIA
Una gran parte de la violencia que existe actualmente tiene su origen en la violencia familiar. La prevención a través de la familia es especialmente importante porque a través de ella se adquieren los primeros esquemas y modelos en torno a los cuales se estructuran las relaciones sociales y se desarrollan las expectativas básicas sobre lo que se puede esperar de uno mismo y de los demás.
La mayoría de los niños encuentran en el contexto familiar que les rodea condiciones que les permiten desarrollar una visión positiva de sí mismos y de los demás, necesaria para: aproximarse al mundo con confianza, afrontar las dificultades de forma positiva y con eficacia, obtener la ayuda de los demás o proporcionársela. Por el contrario, cuando los niños están expuestos a la violencia en su propia familia pueden aprender a ver el mundo como si sólo existieran dos papeles: agresor y agredido, percepción que puede llevarles a legitimar la violencia al considerarla como la única alternativa a la victimización. Esta forma de percibir la realidad suele deteriorar la mayor parte de las relaciones que se establecen, reproduciendo en ellas la violencia sufrida en la infancia.
Características que pueden ser desarrolladas para romper el ciclo de la violencia y prevenir su transmisión:
ELIMINAR EL CASTIGO VIOLENTO Y DESARROLLAR ALTERNATIVAS BASADAS EN LA COMUNICACIÓN
Algunas de las creencias existentes en nuestra sociedad sobre los niños y su educación favorecen el maltrato infantil. Como, por ejemplo, la conceptualización de los hijos como una propiedad de sus padres, que debe ser sustituida por la de responsabilidad. O la tendencia a considerar que el castigo físico es un procedimiento adecuado de disciplina, creencia que es preciso combatir favoreciendo alternativas no violentas, basadas en la comunicación, que cumplan las condiciones descritas en el apartado anterior en relación a la disciplina escolar.
LA LUCHA CONTRA LA EXCLUSIÓN
Desde los primeros estudios longitudinales sobre el origen de la violencia, se ha observado continuidad entre determinados problemas relacionados con la exclusión, tal como se manifiesta en la escuela desde los 8 o 10 años de edad, y el comportamiento violento en la juventud y en la edad adulta. Según dichos estudios, los adultos violentos se caracterizaban a los 8 años por:
Una nueva evidencia sobre el papel de la exclusión social en el origen de la violencia así como sobre la posibilidad de detectar su inicio en edades muy tempranas (de 2 a 6 años) (Diaz-Aguado,Martinez Arias, Martinez, Andrés, Pérez y Viguer, 1998) sugiere que desde estas edades es posible detectar a niños con un estilo de comportamiento agresivo, que se caracterizan por pegar a los otros niños (aunque éstos lloren), amenazar, insultar, excluir, romper material al enfadarse, problemas que van acompañados de una fuerte necesidad de llamar la atención, escasa empatía, dificultad para estructurar la conducta en torno a objetivos y tareas y la exclusión de situaciones positivas de interacción con los otros niños.
Una gran parte de la violencia que existe actualmente tiene su origen en la violencia familiar. La prevención a través de la familia es especialmente importante porque a través de ella se adquieren los primeros esquemas y modelos en torno a los cuales se estructuran las relaciones sociales y se desarrollan las expectativas básicas sobre lo que se puede esperar de uno mismo y de los demás.
La mayoría de los niños encuentran en el contexto familiar que les rodea condiciones que les permiten desarrollar una visión positiva de sí mismos y de los demás, necesaria para: aproximarse al mundo con confianza, afrontar las dificultades de forma positiva y con eficacia, obtener la ayuda de los demás o proporcionársela. Por el contrario, cuando los niños están expuestos a la violencia en su propia familia pueden aprender a ver el mundo como si sólo existieran dos papeles: agresor y agredido, percepción que puede llevarles a legitimar la violencia al considerarla como la única alternativa a la victimización. Esta forma de percibir la realidad suele deteriorar la mayor parte de las relaciones que se establecen, reproduciendo en ellas la violencia sufrida en la infancia.
Características que pueden ser desarrolladas para romper el ciclo de la violencia y prevenir su transmisión:
- El establecimiento de vínculos afectivos no violentos, que proporcionan experiencias positivas acerca de uno mismo y de los demás y contribuyen a desarrollar la confianza.
- La conceptualización de las experiencias de violencia sufridas como tales, reconociendo su inadecuación y expresando a otras personas las emociones que suscitaron (cuando, por el contrario, dichas experiencias se justifican conceptualizándolas como disciplina el riesgo de reproducirlas aumenta).
- El compromiso explícito de no reproducir la violencia que se ha sufrido
- El desarrollo de habilidades que permitan afrontar el estrés con eficacia, resolver los conflictos sociales de forma no violenta y educar adecuadamente a los hijos.
ELIMINAR EL CASTIGO VIOLENTO Y DESARROLLAR ALTERNATIVAS BASADAS EN LA COMUNICACIÓN
Algunas de las creencias existentes en nuestra sociedad sobre los niños y su educación favorecen el maltrato infantil. Como, por ejemplo, la conceptualización de los hijos como una propiedad de sus padres, que debe ser sustituida por la de responsabilidad. O la tendencia a considerar que el castigo físico es un procedimiento adecuado de disciplina, creencia que es preciso combatir favoreciendo alternativas no violentas, basadas en la comunicación, que cumplan las condiciones descritas en el apartado anterior en relación a la disciplina escolar.
LA LUCHA CONTRA LA EXCLUSIÓN
Desde los primeros estudios longitudinales sobre el origen de la violencia, se ha observado continuidad entre determinados problemas relacionados con la exclusión, tal como se manifiesta en la escuela desde los 8 o 10 años de edad, y el comportamiento violento en la juventud y en la edad adulta. Según dichos estudios, los adultos violentos se caracterizaban a los 8 años por:
- Ser rechazados por sus compañeros de clase.
- Llevarse mal con sus profesores.
- Manifestar hostilidad hacia diversas figuras de autoridad.
- Expresar baja autoestima.
- Tener dificultades para concentrarse, planificar y terminar sus tareas.
- Falta de identificación con el sistema escolar.
- Abandonar prematuramente la escuela.
Una nueva evidencia sobre el papel de la exclusión social en el origen de la violencia así como sobre la posibilidad de detectar su inicio en edades muy tempranas (de 2 a 6 años) (Diaz-Aguado,Martinez Arias, Martinez, Andrés, Pérez y Viguer, 1998) sugiere que desde estas edades es posible detectar a niños con un estilo de comportamiento agresivo, que se caracterizan por pegar a los otros niños (aunque éstos lloren), amenazar, insultar, excluir, romper material al enfadarse, problemas que van acompañados de una fuerte necesidad de llamar la atención, escasa empatía, dificultad para estructurar la conducta en torno a objetivos y tareas y la exclusión de situaciones positivas de interacción con los otros niños.
LA SUPERACIÓN DEL SEXISMO Y LA PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER
En los últimos años nuestra sociedad comienza a romper la conspiración del silencio respecto a la violencia contra las mujeres; estrechamente relacionada con los estereotipos sexistas, que asocian la violencia con valores masculinos y la sumisión con valores femeninos, agravando así los errores detectados también en la representación de otras formas de violencia, sobre: su origen biológico, la imposibilidad de evitarla, o la tendencia a culpabilizar a la víctima, existente incluso en las propias víctimas.
LA PREVENCIÓN DE LA VICTIMIZACIÓN
La psicología debe ayudar a comprender que la necesidad de prevenir la victimización no afecta sólo a las mujeres, y a su futura relación de pareja, sino que es preciso extenderla al conjunto de la población y a todas las relaciones sociales.
Los cambios experimentados en las últimas décadas en las pautas de socialización han favorecido en la infancia y en la juventud una superior competencia social para aceptar lo que otros les proponen, iniciar y mantener relaciones complejas, resolver conflictos por sí solos, y establecer, en general, relaciones con individuos no familiares. Es indudable el valor que dichas competencias tienen para lograr una adecuada adaptación al complejo y heterogéneo contexto social que les rodea. Sin embargo, al favorecer estas nuevas habilidades se priva a veces a la infancia y a la juventud de otros recursos necesarios para defenderse del abuso. Para lo cual, es preciso ayudarles a adquirir, además, otras habilidades que les permitan:
1) Detectar y evitar situaciones peligrosas sin alterar su confianza básica en los demás.
2) Decir que no en situaciones que puedan implicar abuso sin disminuir su capacidad para la empatía y el
establecimiento de relaciones sociales positivas.
3) Pedir ayuda cuando la necesitan, y especialmente cuando comienzan a ser víctimas o están en riesgo de
serlo.
4) Estar preparados emocionalmente para no sentirse culpables cuando no lo son.
Las investigaciones realizadas sobre la prevención de la victimización en la infancia y en la juventud enfatizan, además, la necesidad de enseñar:
En los últimos años nuestra sociedad comienza a romper la conspiración del silencio respecto a la violencia contra las mujeres; estrechamente relacionada con los estereotipos sexistas, que asocian la violencia con valores masculinos y la sumisión con valores femeninos, agravando así los errores detectados también en la representación de otras formas de violencia, sobre: su origen biológico, la imposibilidad de evitarla, o la tendencia a culpabilizar a la víctima, existente incluso en las propias víctimas.
LA PREVENCIÓN DE LA VICTIMIZACIÓN
La psicología debe ayudar a comprender que la necesidad de prevenir la victimización no afecta sólo a las mujeres, y a su futura relación de pareja, sino que es preciso extenderla al conjunto de la población y a todas las relaciones sociales.
Los cambios experimentados en las últimas décadas en las pautas de socialización han favorecido en la infancia y en la juventud una superior competencia social para aceptar lo que otros les proponen, iniciar y mantener relaciones complejas, resolver conflictos por sí solos, y establecer, en general, relaciones con individuos no familiares. Es indudable el valor que dichas competencias tienen para lograr una adecuada adaptación al complejo y heterogéneo contexto social que les rodea. Sin embargo, al favorecer estas nuevas habilidades se priva a veces a la infancia y a la juventud de otros recursos necesarios para defenderse del abuso. Para lo cual, es preciso ayudarles a adquirir, además, otras habilidades que les permitan:
1) Detectar y evitar situaciones peligrosas sin alterar su confianza básica en los demás.
2) Decir que no en situaciones que puedan implicar abuso sin disminuir su capacidad para la empatía y el
establecimiento de relaciones sociales positivas.
3) Pedir ayuda cuando la necesitan, y especialmente cuando comienzan a ser víctimas o están en riesgo de
serlo.
4) Estar preparados emocionalmente para no sentirse culpables cuando no lo son.
Las investigaciones realizadas sobre la prevención de la victimización en la infancia y en la juventud enfatizan, además, la necesidad de enseñar:
- Que toda persona tiene derecho a la libertad sexual, y, por tanto, a decir que no a una relación de intimidad o a un contacto corporal no deseado.
- Que hay secretos que no hay que guardar; y que un niño o una niña (los menores) nunca son ni deben sentirse culpables de las situaciones de abuso sexual con personas mayores.
- Que es preciso contar a personas de confianza las situaciones inquietantes o no deseadas que se hayan sufrido; para poder así encontrar la protección que cualquiera necesita cuando comienza a ser víctima; puesto que de lo contrario el problema suele hacerse cada vez más grave.
EL PAPEL DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Los medios de comunicación nos ponen en contacto con la violencia de forma casi permanente. Probablemente por eso son considerados con frecuencia como una de las principales causas de la violencia actual, especialmente de la que protagonizan los niños y adolescentes. Llegándose a convertir, incluso, en el chivo expiatorio de un problema que afecta a toda la sociedad.
Los estudios realizados en torno a este tema encuentran que:
1) Los comportamientos y actitudes que los niños observan en la televisión, tanto de tipo positivo (la solidaridad, la tolerancia...) como de tipo negativo (la violencia...), influyen en los comportamientos que manifiestan inmediatamente después. En los que se detecta una tendencia significativa a imitar lo que acaban de ver en la televisión. De lo cual se deriva la necesidad de proteger a los niños de la violencia destructiva a la que con frecuencia están expuestos a través de la televisión. Pero también la posibilidad y conveniencia de utilizar la tecnología de los medios de comunicación con carácter educativo, para prevenir, por ejemplo, la violencia.
2) La influencia de la televisión a largo plazo depende del resto de las relaciones que el niño y el adolescente establecen; a partir de las cuales interpretan todo lo que les rodea, incluyendo lo que ven en la televisión. En función de dichas relaciones algunos niños y adolescentes son mucho más vulnerables a los efectos de la violencia televisiva que otros.
3) La repetida exposición a la violencia a través de los medios de comunicación puede producir cierta habituación, con el consiguiente riesgo que de ello se deriva de considerar la violencia como algo normal, inevitable; reduciendo la empatía con las víctimas de la violencia. Para favorecer la superación de esta tendencia conviene promover en los niños y en los jóvenes una actitud reflexiva y crítica respecto a la violencia que les rodea, también la que les llega a través de los medios de comunicación.
EXPLICAR EN TODA SU COMPLEJIDAD EL ORIGEN DE LA VIOLENCIA Y LA NECESIDAD DE INTERVENIR A DISTINTOS NIVELES
La violencia es uno de los problemas sociales que suele resultar más difícil de explicar desde una perspectiva intuitiva, debido a la crispación que provoca, y a la tendencia a simplificar sus causas y posibles soluciones, como se refleja en la frecuencia con que se buscan chivos expiatorios. Estas dificultades hacen que la violencia origine más violencia.
La psicología puede desempeñar un papel muy importante en la superación de las dificultades anteriormente expuestas, ayudando a entender la naturaleza de la violencia en toda su complejidad. Como permite el análisis ecológico, al situar sus causas y posibles soluciones en los distintos niveles de interacción individuo-sociedad, que desde lo más inmediato y específico a lo más general, incluyen:
BIBLIOGRAFÍA
Diaz-Aguado, M.J. El papel de la psicología en la lucha contra la violencia [En linea]: Fuente de internet. 1999 [Fecha de consulta: 31 de Agosto de 2015]. Disponible en:
rseap.webs.upv.es/Anales/99_00/A_413_El_papel_de_la_psicologia.pdf
Diaz-Aguado, M.J (1995). Programas para favorecer el desarrollo de la competencia social en la infancia y adolescencia. Madrid. Universidad Complutense
Diaz-Aguado, M.J. (1996). Escuela y tolerancia. Madrid. Pirámide
López, F. (1994). Los abusos sexuales a menores, Lo que recuerdan los adultos. Madrid. Ministerio de Asuntos Sociales.
Los medios de comunicación nos ponen en contacto con la violencia de forma casi permanente. Probablemente por eso son considerados con frecuencia como una de las principales causas de la violencia actual, especialmente de la que protagonizan los niños y adolescentes. Llegándose a convertir, incluso, en el chivo expiatorio de un problema que afecta a toda la sociedad.
Los estudios realizados en torno a este tema encuentran que:
1) Los comportamientos y actitudes que los niños observan en la televisión, tanto de tipo positivo (la solidaridad, la tolerancia...) como de tipo negativo (la violencia...), influyen en los comportamientos que manifiestan inmediatamente después. En los que se detecta una tendencia significativa a imitar lo que acaban de ver en la televisión. De lo cual se deriva la necesidad de proteger a los niños de la violencia destructiva a la que con frecuencia están expuestos a través de la televisión. Pero también la posibilidad y conveniencia de utilizar la tecnología de los medios de comunicación con carácter educativo, para prevenir, por ejemplo, la violencia.
2) La influencia de la televisión a largo plazo depende del resto de las relaciones que el niño y el adolescente establecen; a partir de las cuales interpretan todo lo que les rodea, incluyendo lo que ven en la televisión. En función de dichas relaciones algunos niños y adolescentes son mucho más vulnerables a los efectos de la violencia televisiva que otros.
3) La repetida exposición a la violencia a través de los medios de comunicación puede producir cierta habituación, con el consiguiente riesgo que de ello se deriva de considerar la violencia como algo normal, inevitable; reduciendo la empatía con las víctimas de la violencia. Para favorecer la superación de esta tendencia conviene promover en los niños y en los jóvenes una actitud reflexiva y crítica respecto a la violencia que les rodea, también la que les llega a través de los medios de comunicación.
EXPLICAR EN TODA SU COMPLEJIDAD EL ORIGEN DE LA VIOLENCIA Y LA NECESIDAD DE INTERVENIR A DISTINTOS NIVELES
La violencia es uno de los problemas sociales que suele resultar más difícil de explicar desde una perspectiva intuitiva, debido a la crispación que provoca, y a la tendencia a simplificar sus causas y posibles soluciones, como se refleja en la frecuencia con que se buscan chivos expiatorios. Estas dificultades hacen que la violencia origine más violencia.
La psicología puede desempeñar un papel muy importante en la superación de las dificultades anteriormente expuestas, ayudando a entender la naturaleza de la violencia en toda su complejidad. Como permite el análisis ecológico, al situar sus causas y posibles soluciones en los distintos niveles de interacción individuo-sociedad, que desde lo más inmediato y específico a lo más general, incluyen:
- Cada uno de los microsistemas en los que nos desarrollamos (la familia, la escuela, el ocio o el trabajo).
- Las relaciones que existen entre ellos (el mesosistema).
- Otras influencias sociales de una generalidad intermedia, como la que ejercen los medios de comunicación (el exosistema).
- El conjunto de estructuras y creencias sociales que caracterizan a la sociedad en la que nos encontramos (el macrosistema); estructuras y creencias que es preciso transformar para prevenir la violencia.
BIBLIOGRAFÍA
Diaz-Aguado, M.J. El papel de la psicología en la lucha contra la violencia [En linea]: Fuente de internet. 1999 [Fecha de consulta: 31 de Agosto de 2015]. Disponible en:
rseap.webs.upv.es/Anales/99_00/A_413_El_papel_de_la_psicologia.pdf
Diaz-Aguado, M.J (1995). Programas para favorecer el desarrollo de la competencia social en la infancia y adolescencia. Madrid. Universidad Complutense
Diaz-Aguado, M.J. (1996). Escuela y tolerancia. Madrid. Pirámide
López, F. (1994). Los abusos sexuales a menores, Lo que recuerdan los adultos. Madrid. Ministerio de Asuntos Sociales.