Siempre se habla de lo intensa que es la experiencia de la maternidad, pero a veces los padres quedan en un segundo plano. Desde luego la diada madre-hijo es el centro de atención, deben tener tiempo y condiciones para enamorarse y crear el vínculo. Pero, ¿Qué sucede con el papá? Ama a su bebé, pero cuando nace comienza su mutuo descubrimiento. Los papás sienten que un gran peso recae sobre ellos, deben nutrir, cuidar, proteger y sostener a su familia.
Nuestra vida actual no lo hace fácil, es antinatural que una sola persona deba ocuparse de todo eso. ¿A quién puede compartir el hombre sus emociones más profundas, a veces no tan políticamente correctas?
Al igual que cuando nace un bebé la mujer se convierte en madre, el hombre se convierte en padre. Pero éste parte con algunas desventajas: por muy vinculado que esté, por mucho que lo deseara, por muchas ecografías 3D que lleve en la cartera, por muchas canciones que haya escrito para su bebé, ese hijo es un auténtico desconocido hasta que llega al mundo.
La paternidad como eje importante de la identidad masculina.
Ser padre es una práctica respetada en la vida de un varón, en donde los aspectos de su vida son reinterpretados con base en esta experiencia. El hombre-padre deja de ser el niño, el hijo, se aparta de amigos, fortalece su relación de pareja y establece una familia, donde él es el que responde por ella (Fuller, 2000). Por otro lado, Parke (1996, 2002) ha mostrado la importancia de la guía paterna en la familia, la sensibilidad de los varones hacia las conductas de sus hijos e hijas (antes sólo observadas en las madres, por su supuesto instinto maternal) y los cambios que viven los hombres a causa de la paternidad.
Al vincularse la mujer en el ámbito laboral, ha delegado actividades del hogar y el varón se ha involucrado en el ambiente familiar, tanto en lo doméstico como en la crianza de los infantes. Esto le ha permitido replantear su actividad como hombre y como padre porque se ha tenido que involucrar en la crianza; para muchos varones la convivencia con sus hijos e hijas ha sido novedosa y gratificante, se han abierto a nuevas formas de ser hombres y padres.
Hoy en día, los varones han ido aprendiendo nuevas formas de ser padres, teniendo como antecedente en la mayoría de los casos, el modelo tradicional que ellos recibieron, por lo cual han tenido que cambiar en las prácticas cotidianas sus acciones y compromisos en la crianza, lo que los ha llevado a reconocer sus limitaciones, temores, relaciones de autoridad, pero a su vez se han deleitado en la convivencia con sus hijos e hijas (Tubert, 1997; Flaquer, 1999; Fernández de Quero, 2000; Montesinos, 2002; Salguero, 2002; Torres, 2002).
Cualquier evento en la vida del ser humano provoca cambios que lo llevan a valorar y revalorar diferentes aspectos de su vida, de su familia, de sus aspiraciones y acciones. Algunos eventos provocan cambios extraordinarios y permanentes como es la llegada de un hijo o hija, lo cual modifica y cambia el ritmo y estructura de la vida.
Ante esta nueva forma de ser padres para los varones, es conveniente analizar ¿Cómo viven los hombres la paternidad?
Nuestra vida actual no lo hace fácil, es antinatural que una sola persona deba ocuparse de todo eso. ¿A quién puede compartir el hombre sus emociones más profundas, a veces no tan políticamente correctas?
Al igual que cuando nace un bebé la mujer se convierte en madre, el hombre se convierte en padre. Pero éste parte con algunas desventajas: por muy vinculado que esté, por mucho que lo deseara, por muchas ecografías 3D que lleve en la cartera, por muchas canciones que haya escrito para su bebé, ese hijo es un auténtico desconocido hasta que llega al mundo.
La paternidad como eje importante de la identidad masculina.
Ser padre es una práctica respetada en la vida de un varón, en donde los aspectos de su vida son reinterpretados con base en esta experiencia. El hombre-padre deja de ser el niño, el hijo, se aparta de amigos, fortalece su relación de pareja y establece una familia, donde él es el que responde por ella (Fuller, 2000). Por otro lado, Parke (1996, 2002) ha mostrado la importancia de la guía paterna en la familia, la sensibilidad de los varones hacia las conductas de sus hijos e hijas (antes sólo observadas en las madres, por su supuesto instinto maternal) y los cambios que viven los hombres a causa de la paternidad.
Al vincularse la mujer en el ámbito laboral, ha delegado actividades del hogar y el varón se ha involucrado en el ambiente familiar, tanto en lo doméstico como en la crianza de los infantes. Esto le ha permitido replantear su actividad como hombre y como padre porque se ha tenido que involucrar en la crianza; para muchos varones la convivencia con sus hijos e hijas ha sido novedosa y gratificante, se han abierto a nuevas formas de ser hombres y padres.
Hoy en día, los varones han ido aprendiendo nuevas formas de ser padres, teniendo como antecedente en la mayoría de los casos, el modelo tradicional que ellos recibieron, por lo cual han tenido que cambiar en las prácticas cotidianas sus acciones y compromisos en la crianza, lo que los ha llevado a reconocer sus limitaciones, temores, relaciones de autoridad, pero a su vez se han deleitado en la convivencia con sus hijos e hijas (Tubert, 1997; Flaquer, 1999; Fernández de Quero, 2000; Montesinos, 2002; Salguero, 2002; Torres, 2002).
Cualquier evento en la vida del ser humano provoca cambios que lo llevan a valorar y revalorar diferentes aspectos de su vida, de su familia, de sus aspiraciones y acciones. Algunos eventos provocan cambios extraordinarios y permanentes como es la llegada de un hijo o hija, lo cual modifica y cambia el ritmo y estructura de la vida.
Ante esta nueva forma de ser padres para los varones, es conveniente analizar ¿Cómo viven los hombres la paternidad?
Masculinidad y paternidad
La masculinidad es una construcción social, histórica y cultural que se instituye a partir de las relaciones de género. El hombre se constituye como hombre en relación con la mujer, pero también en relación con otros referenciales de hombres; es decir, otros tipos de masculinidades. La mayoría de los hombres se esfuerzan constantemente para “alcanzar” o mantenerse en aquello que es considerado como el ideal de masculinidad (Connell, 1995 y Sabo, 2002).
Entre las satisfacciones que los varones asocian con la paternidad y decisión de tener un hijo, abundan los argumentos relativos a la idea de sentirse como un "verdadero adulto", madurar, dar sentido a la vida, es decir, aspectos que resaltan las repercusiones de convertirse en padre sobre la identidad y el sentido de la propia vida. Esta situación conlleva consecuencias profundas y permanentes relacionadas con la diversificación del autoconcepto y el enriquecimiento de la propia identidad, ya que aparece una nueva faceta del sí mismo: el yo como padre (Vondra y Belsky, 1993 citado en Hidalgo, 2003).
Cuando se menciona que los varones son “frios” para expresar sentimientos, debemos tomarlo con cautela, porque muchos eventos, como la llegada de un hijo les hacen sacar sus sentimientos y aflorar sus emociones. Cabe señalar que es importante el tipo de relación y vínculo que el varón tenga con su pareja, porque esto influirá en la relación que tenga con los hijos e hijas. Si la relación con la pareja es armónica y comprometida, el varón se involucrará con su hijo o hija, de lo contrario es más probable que permanezca distante y alejado de ellos.
El significado que los varones dan al evento de tener un nuevo hijo o hija varían, algunos piensan en nuevos compromisos, nuevas responsabilidades, más años de lucha, de trabajo, de esfuerzo para darle una buena educación, otros piensan si están preparados para este hijo o hija.
Es interesante que, en el silencio que usualmente se nota en los varones cuando acaba de nacer su hijo o hija, hay un cúmulo de ideas, pensamientos, sentimientos y emociones que andan dando vueltas, tratando de dar un orden y solución; tal parece que el silencio refleja que todavía no encuentran cuál será la solución a todo eso que piensan y sienten, a sus miedos, alegrías, preocupaciones y lo que creen que se espera de ellos. Es importante percibir que en estos momentos los varones dejan de pensar en ellos y piensan en su familia, pareja y su recién llegado hijo o hija.
Familia y paternidad
Esta situación incorpora cambios importantes en la familia, considerada como un sistema social integrado por diversas personas, donde cada uno juega un rol y respeta relaciones interdependientes. Cualquier modificación en este sistema, impacta sobre cada miembro individualmente y sobre el sistema como tal.
Así, la pareja y la familia como sistema relacional tienen que afrontar la incorporación de un nuevo miembro, que triplica las relaciones diádicas (madre-hijo o padre-hija) que existían anteriormente.
En el caso de los varones, la paternidad constructiva, surge a partir de que ahora la sociedad les exige involucrarse en la crianza y en el trabajo doméstico y esto rompe con sus ideas de que esa responsabilidad sólo recae en las mujeres. Sin embargo, también se dan situaciones en las que la paternidad negativa o ausente se da porque los hombres se sienten ajenos a los hijos, debido a que en algunos casos la pareja los excluye del cuidado de los niños de manera voluntaria o involuntaria, al no compartir ciertas actividades con ellas.
La maternidad es colocada en una posición de centralidad, siendo entendida por muchos como una “esencia” instalada en las mujeres. Parece que, en ese caso, el feminismo es remitido a una naturaleza irremediable, de la cual ninguna mujer puede escapar. Y los hombres, en la condición de futuros padres, tienden a no ser vistos de la misma manera; es decir, a los hombres no se les otorga una naturaleza propia para la paternidad.
La mayoría de las mujeres, desde la infancia, vivencian discursos y prácticas que abordan el cuidado con muñecas, cambio de pañales, amamantamiento; mientras que para muchos hombres tales discursos y prácticas no son vivenciadas con semejante intensidad y frecuencia.
Otro ejemplo posible se trata de la naturalidad con que la paternidad es, muchas veces, “olvidada” durante la gestación, haciéndose presente solamente después del nacimiento del bebé y todavía en muchos casos, asistiendo a la mujer para que ella tenga condiciones de cuidar, amamantar y limpiar al bebé. Esa ausencia es perceptible en los eventos conocidos como “baby shower”, cuando la embarazada recibe a las amigas para conversar, recibir regalos para el bebé, etc. En la mayoría de los casos, la presencia masculina es negada o, por lo menos, indiferente. En nuestra cultura ése se volvió un momento femenino de fraternizar en torno a la llegada del bebé.
La paternidad tiende a ser excluida durante muchos momentos del embarazo, como si los padres no pudieran o no desearan saber ¿Cuántos pañales desechables son necesarios para los primeros meses de vida?, ¿La etiqueta colorida del pañal desechable queda en la barriga o en la espalda del bebé?, ¿Cuántos chupones son necesarios para las diferentes finalidades?, ¿Qué ropas son indicadas para los primeros días del bebé? y tantos otros detalles comentados en esas reuniones. Vale resaltar que muchos padres están buscando una participación y conocimiento sobre estos momentos con el bebé.
Se puede decir que los hombres y las mujeres construyen su concepción de paternidad o maternidad a través de diferentes instituciones como: la escuela, familia, religión, también a través de los medios de comunicación y la ciencia misma, pero la forma muy particular en cómo ejercen la paternidad dependerá del género al que pertenecen y a los roles fuertemente establecidos por una sociedad relacionados con el ejercicio de la paternidad (Ortega, 2002).
La masculinidad es una construcción social, histórica y cultural que se instituye a partir de las relaciones de género. El hombre se constituye como hombre en relación con la mujer, pero también en relación con otros referenciales de hombres; es decir, otros tipos de masculinidades. La mayoría de los hombres se esfuerzan constantemente para “alcanzar” o mantenerse en aquello que es considerado como el ideal de masculinidad (Connell, 1995 y Sabo, 2002).
Entre las satisfacciones que los varones asocian con la paternidad y decisión de tener un hijo, abundan los argumentos relativos a la idea de sentirse como un "verdadero adulto", madurar, dar sentido a la vida, es decir, aspectos que resaltan las repercusiones de convertirse en padre sobre la identidad y el sentido de la propia vida. Esta situación conlleva consecuencias profundas y permanentes relacionadas con la diversificación del autoconcepto y el enriquecimiento de la propia identidad, ya que aparece una nueva faceta del sí mismo: el yo como padre (Vondra y Belsky, 1993 citado en Hidalgo, 2003).
Cuando se menciona que los varones son “frios” para expresar sentimientos, debemos tomarlo con cautela, porque muchos eventos, como la llegada de un hijo les hacen sacar sus sentimientos y aflorar sus emociones. Cabe señalar que es importante el tipo de relación y vínculo que el varón tenga con su pareja, porque esto influirá en la relación que tenga con los hijos e hijas. Si la relación con la pareja es armónica y comprometida, el varón se involucrará con su hijo o hija, de lo contrario es más probable que permanezca distante y alejado de ellos.
El significado que los varones dan al evento de tener un nuevo hijo o hija varían, algunos piensan en nuevos compromisos, nuevas responsabilidades, más años de lucha, de trabajo, de esfuerzo para darle una buena educación, otros piensan si están preparados para este hijo o hija.
Es interesante que, en el silencio que usualmente se nota en los varones cuando acaba de nacer su hijo o hija, hay un cúmulo de ideas, pensamientos, sentimientos y emociones que andan dando vueltas, tratando de dar un orden y solución; tal parece que el silencio refleja que todavía no encuentran cuál será la solución a todo eso que piensan y sienten, a sus miedos, alegrías, preocupaciones y lo que creen que se espera de ellos. Es importante percibir que en estos momentos los varones dejan de pensar en ellos y piensan en su familia, pareja y su recién llegado hijo o hija.
Familia y paternidad
Esta situación incorpora cambios importantes en la familia, considerada como un sistema social integrado por diversas personas, donde cada uno juega un rol y respeta relaciones interdependientes. Cualquier modificación en este sistema, impacta sobre cada miembro individualmente y sobre el sistema como tal.
Así, la pareja y la familia como sistema relacional tienen que afrontar la incorporación de un nuevo miembro, que triplica las relaciones diádicas (madre-hijo o padre-hija) que existían anteriormente.
En el caso de los varones, la paternidad constructiva, surge a partir de que ahora la sociedad les exige involucrarse en la crianza y en el trabajo doméstico y esto rompe con sus ideas de que esa responsabilidad sólo recae en las mujeres. Sin embargo, también se dan situaciones en las que la paternidad negativa o ausente se da porque los hombres se sienten ajenos a los hijos, debido a que en algunos casos la pareja los excluye del cuidado de los niños de manera voluntaria o involuntaria, al no compartir ciertas actividades con ellas.
La maternidad es colocada en una posición de centralidad, siendo entendida por muchos como una “esencia” instalada en las mujeres. Parece que, en ese caso, el feminismo es remitido a una naturaleza irremediable, de la cual ninguna mujer puede escapar. Y los hombres, en la condición de futuros padres, tienden a no ser vistos de la misma manera; es decir, a los hombres no se les otorga una naturaleza propia para la paternidad.
La mayoría de las mujeres, desde la infancia, vivencian discursos y prácticas que abordan el cuidado con muñecas, cambio de pañales, amamantamiento; mientras que para muchos hombres tales discursos y prácticas no son vivenciadas con semejante intensidad y frecuencia.
Otro ejemplo posible se trata de la naturalidad con que la paternidad es, muchas veces, “olvidada” durante la gestación, haciéndose presente solamente después del nacimiento del bebé y todavía en muchos casos, asistiendo a la mujer para que ella tenga condiciones de cuidar, amamantar y limpiar al bebé. Esa ausencia es perceptible en los eventos conocidos como “baby shower”, cuando la embarazada recibe a las amigas para conversar, recibir regalos para el bebé, etc. En la mayoría de los casos, la presencia masculina es negada o, por lo menos, indiferente. En nuestra cultura ése se volvió un momento femenino de fraternizar en torno a la llegada del bebé.
La paternidad tiende a ser excluida durante muchos momentos del embarazo, como si los padres no pudieran o no desearan saber ¿Cuántos pañales desechables son necesarios para los primeros meses de vida?, ¿La etiqueta colorida del pañal desechable queda en la barriga o en la espalda del bebé?, ¿Cuántos chupones son necesarios para las diferentes finalidades?, ¿Qué ropas son indicadas para los primeros días del bebé? y tantos otros detalles comentados en esas reuniones. Vale resaltar que muchos padres están buscando una participación y conocimiento sobre estos momentos con el bebé.
Se puede decir que los hombres y las mujeres construyen su concepción de paternidad o maternidad a través de diferentes instituciones como: la escuela, familia, religión, también a través de los medios de comunicación y la ciencia misma, pero la forma muy particular en cómo ejercen la paternidad dependerá del género al que pertenecen y a los roles fuertemente establecidos por una sociedad relacionados con el ejercicio de la paternidad (Ortega, 2002).
Roles de género en la transición a la paternidad
La transición a la paternidad suele conllevar una acentuación del carácter estereotipado de los roles de género. Las mujeres suelen ser las que más cambian, experimentando una importante acentuación del rol femenino a raíz de convertirse en madres, mientras que en los varones, frecuentemente se muestra incertidumbre sobre los nuevos requerimientos en su papel como padre.
Ser hombre y ser mujer depende de la forma como esas identidades son producidas culturalmente y, al mismo tiempo, de las comprensiones y subjetivaciones de cada individuo en su articulación con lo social (Louro, 1998).
Ser hombre está relacionado con ideas de proveedor financiero, héroe, fuerza, inteligencia, protección. Entre las varias formas de poder a que el hombre es sometido, como la conquista del estatus social y de la constitución de una familia, está la mayor prueba de virilidad: la perpetuación de la especie (Bosco-Filho, 2004).
Anteriormente se consideraba el acceso a la paternidad como una dramática crisis para las relaciones de pareja, se decía que la llegada del primer hijo traía efectos negativos para la relación entre la madre y el padre, sin embargo, actualmente esta idea ha ido cambiando en el sentido de que es cierto que la llegada de un hijo modifica las actividades compartidas por ambos cónyuges y suele acarrear cambios en la distribución de roles entre ellos, la calidad y frecuencia de la relación conyugal se ve levemente alterada, pero a medida que pasa el tiempo surge una estabilidad en la evolución de cada pareja.
Trabajo y paternidad
En el proceso de transición a la paternidad, el mundo del trabajo se convierte en algo sumamente importante para los varones, no sólo porque es una actividad que les permite obtener recursos económicos mediante los cuales son reconocidos socialmente como hombres, obtienen seguridad y autonomía, sino también porque una idea central en la vida de los hombres cuando se convierten en padres es que “deben ser responsables de la familia”. Esta idea la van incorporando desde muy temprana edad, a través del proceso de socialización en el que vivieron y fueron formados, la mayoría de los varones dan cuenta que el sentido de responsabilidad familiar lo aprendieron de sus propios padres.
La cuestión interesante es saber cómo viven, se organizan o conflictuan los hombres en dos ámbitos que parecieran ser históricamente irreconciliables, por un lado el ámbito laboral requiriéndoles más de ocho horas al día, y por otro, la paternidad que también requeriría de mucho tiempo. El trabajo para algunos hombres desde su propia visión implica que, aparentemente, no vivan su paternidad, debido a que sus posibilidades no van a la par de sus deseos. Sin embargo, no es un motivo para que no puedan ejercer su paternidad y convivan con sus hijos (as), pues, como afirma Rojas (2000), los hombres de sectores medios se esfuerzan por mantener el balance entre la importancia que otorgan a su actividad laboral y la que asignan a su familia. Cuando se habla de balance no es en términos de una distribución equitativa entre los tiempos, sino a un arreglo más satisfactorio entre el trabajo y el hogar (Guest, 2002; Southerton, 2006). Es por ello que los hombres pueden llevar a cabo su rol como padres y hombres trabajadores en los ámbitos laborales. El trabajo no va en contra del hogar y la familia, pues no se presenta como un conflicto en el que se tenga que decidir por el trabajo o por los hijos forzosamente; más bien implica formas de organización familiar en las que participan tanto el padre, la madre y los hijos (as), de manera que no es necesario que los hombres abandonen su trabajo para cumplir sus expectativas y pasar tiempo con sus hijos, pues estructuran diversas formas de convivencia (Salguero, 2008).
La transición a la paternidad suele conllevar una acentuación del carácter estereotipado de los roles de género. Las mujeres suelen ser las que más cambian, experimentando una importante acentuación del rol femenino a raíz de convertirse en madres, mientras que en los varones, frecuentemente se muestra incertidumbre sobre los nuevos requerimientos en su papel como padre.
Ser hombre y ser mujer depende de la forma como esas identidades son producidas culturalmente y, al mismo tiempo, de las comprensiones y subjetivaciones de cada individuo en su articulación con lo social (Louro, 1998).
Ser hombre está relacionado con ideas de proveedor financiero, héroe, fuerza, inteligencia, protección. Entre las varias formas de poder a que el hombre es sometido, como la conquista del estatus social y de la constitución de una familia, está la mayor prueba de virilidad: la perpetuación de la especie (Bosco-Filho, 2004).
Anteriormente se consideraba el acceso a la paternidad como una dramática crisis para las relaciones de pareja, se decía que la llegada del primer hijo traía efectos negativos para la relación entre la madre y el padre, sin embargo, actualmente esta idea ha ido cambiando en el sentido de que es cierto que la llegada de un hijo modifica las actividades compartidas por ambos cónyuges y suele acarrear cambios en la distribución de roles entre ellos, la calidad y frecuencia de la relación conyugal se ve levemente alterada, pero a medida que pasa el tiempo surge una estabilidad en la evolución de cada pareja.
Trabajo y paternidad
En el proceso de transición a la paternidad, el mundo del trabajo se convierte en algo sumamente importante para los varones, no sólo porque es una actividad que les permite obtener recursos económicos mediante los cuales son reconocidos socialmente como hombres, obtienen seguridad y autonomía, sino también porque una idea central en la vida de los hombres cuando se convierten en padres es que “deben ser responsables de la familia”. Esta idea la van incorporando desde muy temprana edad, a través del proceso de socialización en el que vivieron y fueron formados, la mayoría de los varones dan cuenta que el sentido de responsabilidad familiar lo aprendieron de sus propios padres.
La cuestión interesante es saber cómo viven, se organizan o conflictuan los hombres en dos ámbitos que parecieran ser históricamente irreconciliables, por un lado el ámbito laboral requiriéndoles más de ocho horas al día, y por otro, la paternidad que también requeriría de mucho tiempo. El trabajo para algunos hombres desde su propia visión implica que, aparentemente, no vivan su paternidad, debido a que sus posibilidades no van a la par de sus deseos. Sin embargo, no es un motivo para que no puedan ejercer su paternidad y convivan con sus hijos (as), pues, como afirma Rojas (2000), los hombres de sectores medios se esfuerzan por mantener el balance entre la importancia que otorgan a su actividad laboral y la que asignan a su familia. Cuando se habla de balance no es en términos de una distribución equitativa entre los tiempos, sino a un arreglo más satisfactorio entre el trabajo y el hogar (Guest, 2002; Southerton, 2006). Es por ello que los hombres pueden llevar a cabo su rol como padres y hombres trabajadores en los ámbitos laborales. El trabajo no va en contra del hogar y la familia, pues no se presenta como un conflicto en el que se tenga que decidir por el trabajo o por los hijos forzosamente; más bien implica formas de organización familiar en las que participan tanto el padre, la madre y los hijos (as), de manera que no es necesario que los hombres abandonen su trabajo para cumplir sus expectativas y pasar tiempo con sus hijos, pues estructuran diversas formas de convivencia (Salguero, 2008).
Bibliografía
- Alonso, S. DE HOMBRE A PADRE: LA TRANSFORMACIÓN DE LA PATERNIDAD- DE HOMBRE A PADRE: ¿TE ATREVES AL CAMBIO? [En línea] Madrid.http://www.naceryrenacer.com/index.php/articulos/interesante/90-de-hombre-a-padre-la-transfomacion-de-la-paternidad
- Murkoff,H. Eisenberg, A. Hathaway, S. (2005). QUE ESPERAR CUANDO SE ESTA ESPERANDO. Colombia. Editorial Norma.
- Ortega, P., Torres, L. E. & Salguero, A. (2009). Paternidad: Período de cambio en la vida de los varones. Revista PsicologiaCientifica.com, 11(17). Disponible en: http://www.psicologiacientifica.com/paternidad-cambio-varones
- Sefton, A. Paternidades en las culturas contemporáneas. Revista de Estudios de Género. La ventana [en linea] 2006, (Sin mes) : [Fecha de consulta: 23 de junio de 2015] Disponible en:<http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=88402304> ISSN 1405-9436